Johann Matheus Lëicken era un hombre honrado y extraordinariamente amable.
Trabajaba como maquinista del único tren de la comarca, y su salario le daba lo justo para vivir relativamente cómodo en su ciudad natal.
No tenía amigos, ni familia. Tampoco novia, no se había enamorado nunca ni había sentido la necesidad de hacerlo.
Para él, su vida era poco importante. Su rutina era monótona y le resultaba indiferente todo lo que ocurriera a su alrededor que no le incumbiera de forma directa; únicamente le importaba la felicidad de las personas de su alrededor, incluso por encima de la suya.
Se levantaba muy temprano, antes de despuntar el alba, se vestía con sus humildes ropas y desayunaba con alimentos muy básicos, como una rebanada de pan reseso y un poco de leche.
Tras su breve desayuno, se encaminaba hacia la estación y antes pasaba por la escuela pública de Hinfröid y ayudaba a los maestros y encargados a preparar la escuela. También pasaba por el asilo de mendigos, al que llevaba siempre algo de comida, casi más de la que él mismo se permitía comer.
1 comentario:
Me ha gustado mucho este pequeño relato. Me encanta como escribes.
Besos guapa n.n
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