viernes, 28 de octubre de 2011

Relato para el concurso: La venganza del trío de raritos


Charles, Paliducho para todos sus conocidos, siempre había estado algo obsesionado con los vampiros. Tanto, que llegó a conocer a algunas de estas criaturas y a convertirse en su fiel siervo, a la espera de que le transformaran. Mientras, tenía que seguir con su vida normal, a la espera de cumplir los dieciséis, realizar su iniciación y convertirse en un inmortal. Sus amigos, Pete y John, Oscurillo y Tristón para sus conocidos, también esperaban con ansia el momento de su transformación y los tres habían preparado algo grande para ese día. Extrañas coincidencias, los tres, apodados en conjunto el Trío de Raritos, cumplían años el mismo día, nada menos que en Halloween, motivo por el cual se sentían unos elegidos, y sería fácil realizar la iniciación un día en que la fiesta podía encubrir sus actos.
No eran muy populares, pero no necesitaban serlo porque en cuanto dieron la noticia de que ellos se encargarían de organizar el recorrido del terror de su instituto, todo el mundo se alegró. Después de todo, ¿quién mejor que el Trío de Raritos, los obsesionados con lo oculto, para realizar la fiesta más terrorífica?
Cuando llegó el gran día, Paliducho, Oscurillo y Tristón, disfrazados de vampiros y con un festivo gorro que indicaba que era su cumpleaños, se colocaron en la puerta y recibieron a todos cuanto quisieron formar parte del recorrido del terror. El misterio era máximo, ya que no habían dejado acercarse a nadie y, en vez de pedir ayuda a los chicos de primer año, habían contratado a profesionales para que formaran parte de la atracción, que desembocaba en el gimnasio, donde habría una gran fiesta.
Algunos privilegiados, como las familias del Trío y algunos de los chicos y chicas más populares del instituto, fueron elegidos para vestirse con ropas ceremoniales y fingir ser los sacrificios. Riendo, los primeros en entrar en la atracción fueron los padres y hermanos, vestidos de blanco y por primera vez orgullosos de los cumpleañeros. Les siguieron el resto de sacrificios, con ropas ceremoniales de colores pastel, y luego el resto de los asistentes.
Curiosamente, cuando llegaron a la fiesta no pudieron dejar de notar la ausencia de los más populares, aunque por lógica debieron haber sido los primeros en llegar. No obstante, pronto olvidaron ese pequeño misterio, porque un incendio comenzó en la zona del escenario y las salidas de emergencia estaban bloqueadas.
Paliducho, Oscurillo y Tristón escucharon complacidos los gritos de terror y dolor de los estudiantes mientras se quemaban vivos y se dirigieron al auditorio, donde esperaban sus sacrificios y sus futuros iguales, los tres vampiros de edad indefinida que habían decidido acogerlos como siervos y, posteriormente, los habían creído merecedores de la vida eterna.
Los sacrificios vestidos de blanco, sus familiares, eran para ellos, y servirían para calmar su sed una vez que la transformación se hubiera realizado exitosamente. Los otros sacrificios, vestidos con colores pastel, servirían de alimento a sus patrones, sellando así el ritual de iniciación que les transformaría en sus iguales. Sólo dos de las victimas, una animadora y el quarterback, eran inútiles, porque se habían drogado antes de ir a la fiesta y su sangre estaba contaminada. A esos dos se limitaron a romperles el cuello en el acto.
Sonriendo, dejaron al descubierto sus cuellos y se dispusieron a intercambiar su sangre con la de sus patrones, notando poco a poco cómo su fuerza y velocidad cambiaban, su visión se hacía más nítida y su sed más apremiante. Luego, cuando ya no pudieron soportar la quemazón en la garganta, se acercaron a sus sacrificios, que les miraban con pánico y suplicaban clemencia, y sin el más mínimo rastro de arrepentimiento clavaron con saña sus colmillos en sus yugulares y comenzaron a succionar el precioso líquido, tirando los cadáveres a un lado cuando se quedaban secos y cogiendo otro hasta que no quedó ninguno más.
Saciados, se miraron entre sí y sonrieron a sus maestros. Ya no serían nunca más Paliducho, Oscurillo y Tristón. Ahora eran Maese Charles, Maese Pete y Maese John.

         Déborah F. Muñoz

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