lunes, 27 de junio de 2011

Nuevo relato para el concurso - Nada sobre verdades

 Título: Nada sobre verdades.
Autora: Mormont.
Andrea era una mujer segura de sí misma, tranquila, a pesar de tener dos hijos de 5 y 7 años, jamás había perdido los nervios. Nunca, incluso cuando se convirtió en la tutora de su sobrino, un chico conflictivo, pero no sin motivo. Sin embargo aquella tarde todo se desplomó, y Andrea, por primera vez desde que era una adolescente perdió por completo la calma.
Hacía ya tres años que su sobrino, Cliff, vivía con ellos. Su hermana Helen y su cuñado Jack murieron en un accidente de coche, sobreponerse a la pérdida de su hermana fue lo más difícil que había hecho Andrea en su vida. Ver a su padre conmocionado en el hospital, escuchar  a Cliff llorar noche tras  noche, sumarse a su llanto mientras su marido intentaba consolarla, la mirada de sus hijos que no entendían lo que pasaba, las súplicas para que jugara con ellos, su padre volviendo a Idaho, la mirada de soledad en sus ojos…todos los recuerdos de aquel tiempo que no debía ser recordado afloraban en la mente de Andrea. A pesar de la pena, del dolor, todos habían logrado reponerse, todos excepto Cliff. El chico responsable y respetuoso que conocían se marchó con sus padres. Después de pasar medio año prácticamente sin salir de casa, un día sin más no llegó después del instituto, llegó a la tarde siguiente, 14 años, Andrea no le reconoció, ¿Quién era ese chico? ¿Quién era ese chico que había pasado la noche fuera y ni siquiera había llamado para decir que estaba bien? A los pocos meses comenzaron las llamadas del instituto, Cliff esto, Cliff aquello, se ha metido en una pelea, no ha venido esta mañana…Y la primera vez que Andrea fue a hablar con el director, cuánto había cambiado el chico desde entonces.
-Señora Daniels. Me alegro de poder hablar con usted, deje me un momento…-dijo el director mientras buscaba en unos enormes cajones el expediente de Cliff –Baker…Baker… ¡Aquí está! Realmente no me hace falta ningún  papel para hablarle de su sobrino-sonrió.
Andrea le miró con ojos expectantes.
-Como bien sabrá su sobrino es…especial, tiene una mente extraordinaria.
Andrea asintió, sabía desde hace algunos años que su sobrino era superdotado.
-Sin embargo-prosiguió el director- no es un chico disciplinado, no asiste a las clases y les falta constantemente el respeto a los profesores…no hace falta decir que no estudia, aunque sus notas son buenas, claro. Lo que quiero decir  es que, bueno ya sé que aún no se ha repuesto de la muerte de sus padres, pero eso no es una excusa permanente para su comportamiento.
Claro que no era una excusa para su comportamiento, pero ¿qué podía hacer ella? Qué podía decirle ella a su sobrino que aliviara su dolor. Le impuso castigos y restricciones que no sirvieron de nada, Cliff no escuchaba a nadie y con 16 años ya entraba y salía de casa cuando quería. Andrea sabía de sobra que él fumaba, en ocasiones se encontraba paquetes de tabaco entre su ropa. También sabía que bebía y que probablemente hubiera probado otras drogas… ¿qué puede hacer uno cuándo no te escuchan?
-¡Cliff! ¡Te estoy hablando! Ni se te ocurra salir por la puerta, que ni se te pase por la cabeza, ¿me oyes? Te mandaremos a un internado si sales por esa puerta… ¡Cliff! ¡Espera! ¿A qué hora vas a volver? ¿Adónde vas? ¡Cliff!
Desgastada de discutir con él, Andrea lo dio por imposible, dejaba que campara a sus anchas por la casa, preguntándose constantemente que es lo que habría hecho su hermana.
Pero aquella tarde…Cliff llevaba una semana sin aparecer por casa, Andrea y su marido, sentados en la mesa de la cocina, se miraban. Hacía tiempo que habían dejado de llamar a la policía  si Cliff se ausentaba un par de días. Al principio, preocupados, como era natural, denunciaban la desaparición del chico. La policía se presentaba en casa, todo un espectáculo para el tranquilo barrio residencial en el que vivían, les toma declaración, etc. Al cabo de un rato, unas horas o un día, Cliff se presentaba en casa y ellos quedaban como unos completos estúpidos, que no tenían otra cosa que hacer más que obligar a perder el tiempo a los agentes.
Sin embargo, aquella tarde era diferente, Andrea había tomado una decisión. Cliff tenía que alejarse de Boston, tenía que olvidar, tenía que dejar que pasara el tiempo. Debía dejar atrás a esos amigos, que más que amigos sólo eran malas influencias. Idaho, eso era lo que necesitaba, si  su tía no conseguía hacer que entrara en razón, quizá su abuelo sí. Lo había hablado con Owen, su marido, y los dos pensaban que era lo mejor. Estaba decidido, se iría en cuanto acabara las clases. Andrea se tranquilizó al ver a Cliff entrar por la puerta, eran las dos de la madrugada, pero estaba allí.


Cliff miraba constantemente el reloj, ¿a qué hora pensaba presentarse ese hombre? Era triste, pero apenas conocía a su abuelo, le habría visto como mucho diez veces en toda su vida, y ahora su tía pensaba mandarle a vivir con él, algo que no podía comprender, sus notas habían sido buenas, y en casa no daba ningún problema, apenas aparecía.
Su tía Andrea le había hecho una fiesta de despedida. Había comprado unas tartas, unos globos y había invitado a algunos vecinos. A Cliff le había parecido un tanto humillante, además de infantil. Pero aunque su tía lo enviara con su abuelo y le hubiera organizado aquella ridícula fiesta, que no era más que un adiós, Andrea y su familia eran de las personas a las que más quería, las que más quería ahora que sus padres estaban muertos, y su única familia, pensó Cliff mientras recordaba la última conversación que tuvo con su tía.
-Te voy a echar mucho de menos, no olvides que…
-Tranquila Andrea, lo comprendo, no te sientas culpable ni nada parecido, si tú crees que es lo mejor, yo lo acepto, aunque no me guste-dijo Cliff con media sonrisa mientras miraba a su tía-¿sabes? Aunque me mandaras al peor lugar del mundo te querría igual.
-Te quiero mucho Cliff, llama cuando llegues, y ten cuidado.
-Yo también te quiero Andrea.
Las palabras se fundieron en un abrazo, Andrea derramó unas lágrimas mientras sujetaba fuertemente a su sobrino contra sí. Después lo vio alejarse hacia el control, ella no podía acompañarlo, pensó en comprarse un billete, pero el avión no es un medio de trasporte barato, sería una estupidez. Se quedó hasta que el avión en el que viajaba su sobrino se perdía entre las pistas de vuelo, y rezó en silencio para que le fuera bien con su abuelo.

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