sábado, 5 de febrero de 2011

Primer relato

Hola otra vez, Libromaníacos.
Como os prometí, con el primer rayo de sol os dejo aquí la historia de Alina. Unas aclaraciones que me ha dado:

  • Presente - Letra. 
  • Recuerdos, pasado - Letra.

TE QUIERO MI AMOR

La noche era fría y el vaho salía de nuestras bocas cada vez que hablábamos, era feliz, estabas a mi lado, no podía desear nada más, en esos instantes eras la única cosa que había en el mundo. Te quise desde el primer instante que te vi aquella tarde de primavera, cuando las hojas se volvían verdes y las primeras flores salían de sus capullos.                                                                                                                     

 Estabas allí, sentado encima de la hierba fresca con un libro entre las piernas. Al pasar por delante de ti,  tropecé con uno de mis cordones y caí al suelo, tú enseguida levantaste la vista y me socorriste de mi pequeño accidente.  Nunca pensé que llegaría a sentir lo que pasó por mi corazón cuando me miraste a los ojos, nunca pensé que existiera algo tan fuerte.                                                                                                  Abriste la puerta del coche y me invitaste a sentarme, te sonreí ante tu gesto de caballería, siempre me habían gustado. Y me gustan.                                                                                             Cogiste algunos de los papeles que había tirado al suelo y me los tendiste con una angelical sonrisa en la cara. Yo te la devolví, incapaz de no resistirme a tus encantos. Preguntaste como me llamaba y te respondí con mi nombre, antes de decirme el tuyo, saboreaste la palabra que salió de mi boca, lo sé, porque yo hice lo mismo.                                                          Rodeaste el coche y te sentaste en el asiento del piloto, a continuación encendiste el motor.                                                                                                                        Después de ese primer contacto nos fuimos conociendo con el paso del tiempo: a veces yo me dejaba caer “por casualidad” delante de ti cuando estudiabas en el césped del patio,  siempre en el mismo sitio; aunque otras, eras tú el que se hacía el despistado cuando nos encontrábamos en la puerta de mi clase. Sabía que mentías porque conocía todas y cada una de tus asignaturas, y sabía que ésa no era tu siguiente materia.                                                                                                                           Antes de arrancar me dedicaste una sonrisa.                                                                                 El primer paso lo diste tú, acercándote al final de mi clase de contabilidad, invitándome a ir al cine a ver una nueva película, sonreí al ver hasta qué grado era tu amor por mí, ya que fuimos a ver una a la que tenía muchas ganas. Además  pronto se convertiría en mi película favorita y no por la gran trama del film, sino porque estuviste allí, tú con tus hermosos ojos, tú con tu cariñosa sonrisa, tú con tu precioso ser. No te reíste cuando lloré al final, al contrario, me ofreciste un hombro en el que llorar.                                                                                                                 El motor empezó a rugir y apretaste el acelerador, haciendo unas maniobras con el volante para salir del aparcamiento.                                                                                       A principios de verano la playa fue testigo de nuestro amor, ofreciéndonos un cálido día en el que bañarnos. Ese día de principios de junio que siempre recordaré con tanto amor; después de tender  las toallas en la fina arena fuimos directamente hacía el agua, estaba fría, pero al estar tú, allí, agarrándome con el brazo para que no huyera de las olas, hacía que un segundo sol brillara en el horizonte azul. Ese día reímos, comimos helado hasta reventar y nos enamoramos aún más.                                                                                                           Entraste en la carretera para tomar un atajo.                                                                 Aunque la puesta de sol me regaló, nos regaló el mayor de los presentes. Nuestro primer beso. Me confesaste lo mucho que me querías, lo mucho que me amabas y yo, aún, recuerdo las palabras exactas:                                                                                                                               << Cada vez que veo el Sol alzándose por la mañana veo tu rostro en él, cada vez que la Luna se une junto a la noche y las estrellas, apareces en mis sueños. Nunca he sentido esto por nadie, algo tan fuerte y profundo que creo poder tocar. Te amo Carlota, te amo>>.                                                                                                             Después de esas maravillosas frases tomaste mi rostro con delicadeza entre tus manos y te inclinaste hacía mí. Fue un beso corto, pero fue muy  dulce y estaba lleno de amor.        Un beso que aún recuerdo. Giraste la cabeza y me susurraste un te quiero, que yo respondí con una sonrisa y un <<y yo a ti>>, coloqué mi mano sobre la tuya y, al girar la cabeza  una luz muy potente inundó el cristal delantero, cegando  mi vista, cegando también la tuya, escuché el fuerte sonido de un impacto y después… nada.                    Lo único que sentí fue tu mano junto a la mía cuando se produjo el accidente, lo único que recuerdo de esa noche son tus ojos cada vez que intento revivir el pasado, lo único que recuerdo de mi vida eres tú, porque antes de conocerte, no sabía qué era vivir.
Quizá piensen que esa noche nos arrebataron la vida ambos, en cierto modo fue así, pero en realidad, aún estoy viva; porque el amor corre por mis venas, porque te tengo a mi lado. Porque mi vida eres tú. TE QUIERO MI AMOR.

Alina.

No creo que haga falta decir a quién va dedicado el relato, teniendo en cuenta el nombre de la protagonista y lo que sucedió hace unos días en Barcelona.

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